politica en mexico

|

Hay mucha actividad política en México. Una actividad de opinión demasiado desarrollada y destrabada como si un día, que podía tal vez coincidir con la caída del muro de Berlín, el ánimo ciudadano se desató para expresarse por la múltiples formas que permiten decir algo en público.
Hay que mirar lo que pasa en México. La expresión ciudadana ahora está por doquier, en una práctica que ofrece muchas tentativas para hablar de las cosas nunca antes tratadas. Porque por una cosa o por la otra, este ánimo estaba reprimido y a caso por el prurito de la globalización los temas de todas partes se vuelcan sobre el intento de los mejores proyectos de sociedad que cada quien imagina.
Lo que queda es una intensa actividad que discute todos los temas en un nivel político. Los propios cimientos de la Carta Magna son incluso discutidos con ahínco y si no, que se le pregunté al Subcomandante Marcos acerca de lo que apelaba cuando lidereó el movimiento rebelde en 1994.
El temor de ser apresado por el hecho de denunciar públicamente, sólo pasa cuando alguien se expone a las susceptibilidad de intereses de particulares porque en lo que corresponde al Estado, su actual conformación práctica, habla más de un organismo abierto y débil que de una inexpugnable e inflexible instancia de autoridad e imposición.
El Estado mexicano hoy, se encuentra en una situación de confusión, envuelto como un participante más de la intensa actividad política que las personas están realizando. Personas igual a cualquier ciudadano que es capaz de encontrar en el México los medios más eficaces para hacer sentir su poder de opinión, sea esta una protesta pacífica e indecente, o la osadía con buena dosis de malcriadez de llegar a caballo a la sede del poder legislativo. La oportunidad de opinar, de nuestros días, es desmesurada.
La participación ha sido constante y de cualquier tipo durante los dos últimos lustros, y muchos, aún los que se sienten ajenos, cualquiera que tenga ya el poder que otorga la ciudadanía, están muy pendientes del melodrama en el que se gesta el destino de este país y sus personajes públicos.
Efectivamente, nos ha interesado y hemos atestiguado con vergüenza que las instancias encargadas de fomentar la recuperación de la confianza nacional continúan, tal vez, en manos de los menos oportunos.
A veces, en la megalomanía del concepto del ser mexicano, los números hablan más de fallas y descontento que de un avance general. Los proyectos particularmente partidistas parece que no alcanzan a ordenar lo que se asemeja a un caos.
El dinamismo político que se expresa en los medios, ya sea cuestionando los valores éticos de Gloria Trevi o interesándose sobre cuántas medallas ganó México en los Juegos Centroamericanos, mantiene todavía un elevado "rating" a pesar de los gastados guiones de partidos políticos sobre la lucha por la democracia.
Quiérase o no, en el fondo se trata de la reconstitución del concepto general de vida en México. Discutimos no asuntos particulares ni estratosféricos que según nada tienen que ver con el ciudadano común, el de la calle, este al que una vez le prometieron bienestar para su familia y dinero en sus bolsillos, discutimos el modo de vida y la seguridad de un proyecto de vida autónomo.
La movilización ciudadana actual habla más de personas que viven un sentimiento de desincorporación y desamparo que de denuncias oportunas y racionales. Y hay que reconocer que justamente ésta circunstancia de precariedad que afecta al mexicano es lo que ha disparado la masiva opinión.
Es decir, la transformación social no la están dirigiendo unos pocos, se está cuajando al calor de la pasión de frente a inconformidades particulares.
Siendo ello anárquico, no puede pensarse que haya regla alguna para lo que muchos quieren exponer. Tampoco se entienda que después de mucho tiempo de cerrazón, las personas estén frenéticas por la denuncia.
La desatada actividad política que ahora nos acontece debe su fuerza y pasión a la inmadurez de una sociedad que desea la autosuficiencia socioeconómica, puesto que viene de condiciones históricamente desfavorables.
Por eso, la batalla de las ideas, de lo que cada quien desea para este país, es muy encarnecida. Están en juego muchas cosas, entre ellas el desplome de lo alcanzado. De una u otra manera, lo importante no serán los consensos sino el desarrollo de la discusión hacia una manifestación más civilizada.
Lic. Humberto García Gamboa

Política y ciencia

|

La ciencia, como actividad que pretende conocer las realidades, se sitúa en un plano intelectual de la naturaleza humana; sin embargo, no puede despojarse de los influjos que las interrelaciones de poder que se producen. Así, el conocimiento se ve muchas veces impulsado o detenido por las decisiones del poder que impera en una determinada sociedad. La ciencia está influida por la política casi del mismo modo en que la política está influida por la ciencia.
Entonces, podrían establecerse múltiples dicotomías: política y arte, política y educación y así sucesivamente, en conclusión no hay actividad humana que sea ajena a la política, ni política que pueda desconocer las diversas actividades de los hombres.